No todos los clientes merecen una propuesta.

El otro día sonó el teléfono de la oficina como si se estuviera incendiando. Contesté. Era una señora que hablaba a la velocidad de un rap acelerado,

27/Abr/2025
2 min

El otro día sonó el teléfono de la oficina como si se estuviera incendiando. Contesté. Era una señora que hablaba a la velocidad de un rap acelerado, pidiéndonos una cotización... de todo. "Necesito un logo, un sitio web, redes sociales, un app, un anuncio para el periódico… ah, y también merch, pero para pasado mañana".

Uno escucha eso y ya sabe. Si alguien no sabe lo que necesita, seguro tampoco sabe lo que cuesta. Y menos a quién se lo quiere pagar.

Mientras ella hablaba, yo ya estaba tomando una decisión silenciosa: no le iba a cotizar nada. Porque hay algo que uno aprende a la mala en este negocio: no todos los clientes merecen una propuesta.

Nos entrenan para pensar que cada "prospecto" es una mina de oro que hay que pulir. Mentira. Hay prospectos que son arenas movedizas: te chupan el tiempo, la energía y la dignidad. En el fondo, uno siempre lo siente: esa vocecita interna que te dice "esta no es tu guerra".

Enviar una propuesta es como invitar a alguien a tu casa. No deberías hacerlo solo porque tocó el timbre.

Así que decidí confiar en el radar que tantos golpes me ha costado calibrar. Le dije que no. Que no éramos el proveedor que buscaba. Y colgamos en paz.

Mucha gente cree que "decir que no" es perder oportunidades. Yo creo que es proteger las que valen la pena.

Tu tiempo es tu recurso más caro. No se lo regales a quien no sabe qué hacer con él.

¿Cuántas propuestas tendrías que dejar de enviar esta semana para empezar a respetar tu propio trabajo?

Deja de buscar fórmulas mágicas y aprende a diferenciarte de forma estratégica, yo te enseño como.

Nazho Medina