Desde hace unos años en Chihuahua está prohibido que los comercios entreguen bolsas de plástico.
La ley llegó como llegan todas las leyes: sin manual, sin mucha lógica, y con más gritos que acuerdos.
AlSuper hizo lo que hacen las marcas que tienen alma de anfitrión:
Inventaron mil formas de ayudarte. Que si las bolsas de manta, que si las cajas recicladas, que si una versión biodegradable que medio se rompía a medio camino pero al menos era algo.
Se notaba el esfuerzo. Se notaba que les importabas tú.
Y luego está OXXO.
Que básicamente dijo:
—Ya no damos bolsas.
Punto.
Ni un aviso con tiempo.
Ni una opción para comprar.
Ni un “te ayudo a abrir la puerta mientras cargas el litro de leche, las 3 Topochicos y la carne seca que decidiste llevar de último momento”.
Todo mientras la cajera mira sin decir nada.
Y uno ahí, como malabarista en crucero, intentando no dejar caer la dignidad.
Y miren que no vengo a quejarme del daño ambiental de las bolsas.
Vengo a hablar de cómo se nota —y se siente— cuando una marca está construida desde la empatía o desde la flojera.
Porque hay decisiones que no dependen de ti.
Pero cómo reaccionas ante ellas, eso sí.
Eso te define.
Eso revela si ves a tu cliente como un gasto o como un invitado.
Hay marcas que, frente a una crisis, buscan soluciones.
Y hay otras que, secretamente, la celebran porque les da permiso de quitar lo que ya no querían dar.